martes, 14 de octubre de 2008

La guerra

La Guerra del CHACO. (Fuente)

El 12 de junio de 1935 se puso fin a una de las historias más tristes que vivió Paraguay: la Guerra del Chaco.
La disputa sobre límites entre Paraguay y Bolivia ya se arrastraba desde hacía mucho tiempo. Este no era un pro­blema nuevo. Después de la Guerra contra la Triple Alianza se establecieron límites en forma internacional; pero, a pesar de ello, Bolivia no dejó de pretender el Chaco paraguayo. El resto de los gobiernos vecinos se mantuvieron al margen de las fronteras y ya se tenía firma­do con Bolivia tres tratados de límites, sin embargo, se cometió un error: Paraguay no ratificó ninguno de ellos por el Congreso. Es más, ni siquiera se tenía poblado el lugar, lo que hacía más fácil de invadirlo.
Las razones de la Guerra.

Se habló de muchas razones supuestas de la guerra. Una versión afirma que empresas petroleras tenían interés en que Paraguay perdiera el Chaco, para poder explotarlo. Otra, asegura algo más lógico y creíble: Bolivia, en su búsqueda desesperada de un río que lo sacara al mar debía pasar por el territorio paraguayo. Luego de haber perdido la guerra contra Chile, que lo privó de una salida al mar, dieron curso a la infeliz idea de buscarla por medio del río Paraguay.
Entraron por el nordeste, enarbolaron una bandera boliviana y a Bahía Negra lo llamaron "Puerto Pacheco". La reacción paraguaya no se hizo esperar y se volvió a retomar Bahía Negra; los bolivianos retrocedieron.
La diplomacia empezó a agotar sus últimas cartas de juego y en 1907, los representantes de ambos países firmaron el Protocolo Soler-Pinilla.
El arbitraje de esta cuestión fue de Ar­gentina. Paraguay y Bolivia se comprometieron a no avanzar en las posiciones. No pasó mucho tiempo y Bolivia rompió su palabra: lentamente, entre el claroscuro de la noche y los dentados arbustos, fue adentrándose nuevamente al Chaco paraguayo.

La invasión.

Poco a poco, los bolivianos fueron invadiendo las tierras del Norte, poco a poco avanzaron. El objetivo era incluso la cos­ta de Asunción.


Transcurrió esto en el gobierno del general Escobar, reinaba en todo el Paraguay una preocupación angustiante.


Los bolivianos no perdieron tiempo; en este ínterin, compraron armamentos, reclutaron soldados, trajeron instructores alemanes y se armaron de valor. Paraguay no se quedó de brazos cruzados. Con la fuerte sospecha de que, efectivamente, ellos se estaban preparando para atacarnos, el gobierno de Eligio Ayala organizó la defensa. Fundó varios fortines para contener el avance, construyó dos cañoneros y compró armamento nuevo de Europa. La suerte estaba echada. Un mal día de febrero, del año 1927, las fuerzas bolivianas atacaron el fortín paraguayo Sorpresa y asesinaron al teniente Rojas Silva. Ya no había diplomacia que diera marcha atrás a esto: las negociaciones en Buenos Aires fracasaron.
Esta fue la llama que encendió la mecha paraguaya. Paraguay no fue el país agresor, aunque algunos acusen al coronel Rafael Franco de haber iniciado las hostilidades. Bolivia ya había ingresado y ganado ampliamente el territorio chaqueño. El Paraguay, entonces, reaccionó.
Fieramente, desalojaron a los bolivianos del fortín Vanguardia en Bahía Negra; en represalia, Bolivia tomó Boquerón. Avanzaron.
En setiembre de 1931, fundaron un fortín frente a Nanawa, que se llamó Masamaklay.
Desde allí y desde La Paz , lanzaron al mundo el rumor de que atacarían al Paraguay con un terrible ejército de 30 mil hombres con todas las potencias. Los observadores diplomáticos presagiaron una masacre. Se le aconsejó a Paraguay rendirse, renunciar a sus territorios. La guerra sería el fin del Paraguay.
Era el año 1932, se libró una de las más san grientas batallas de toda la guerra, pero Paraguay recuperó Boquerón. Fue importante esta victoria, pues sirvió para levantar la moral del ejército paraguayo que apenas comenzaba este largo camino de polvo y pólvora.
Recuperar el Chaco

Por este motivo, el presidente José P. Guggiari ordenó el retiro de la Conferencia de Washington. Ya no había nada más que hablar y ni un minuto más que perder: había que recuperar el Chaco paraguayo. Explotó la guerra.
Las fuerzas paraguayas se organizaron bajo el mando del coronel José Félix Estigarribia.
Lo primero: rescatar Boquerón. El 3 de setiembre de 1932 se dio la orden de avanzar hacia el fortín, y fue entonces, cuando las tropas paraguayas desprovistas asaltaron las trincheras bolivianas con la ciega convicción de recuperar lo quitado. La lucha se llenó de fusiles, gritos, polvareda y sangre. El jefe del ejército paraguayo era temido y respetado por su gran inteligencia.
Con la mente templada, Estigarribia trazó tácticas que le sirvieron para no perder miles de vidas en ataques sin ventaja. Boquerón era un sitio que debía ser recuperado sí o sí. Quien lo tome, podía ganar la guerra. Luego de superar las primeras batallas que los hicieron retroceder hasta su propio fortín, el ma­riscal rodeó el peñón y no intentó ingresar.
Los morteros tronaban y caían certeros sobre sus líneas. Los bolivianos estaban acorralados, desesperados y rendidos.
El 29 de setiembre de 1932, el coronel Manuel Marzana al mando del ejército boliviano cruzó el fortín con la frente en alto y la rendición en las manos. Él también como todo patriota había cumplido con su deber. La dicha brotó en las trincheras paraguayas.

Se libró una de las más san grientas batallas de toda la guerra, pero Paraguay recuperó Boquerón. Fue importante esta victoria, pues sirvió para levan­tar la moral del ejército paraguayo que apenas comenzaba este largo camino de polvo y pólvora.
Las Batallas
Las batallas se sucedieron. Toledo, Corrales, Arce, Alihuatá, Platanillos, Saavedra, Nanawa, Gondra, Herrera, Pampa Grande y Pozo Favorito. Cada una dejaba un tendal de paraguayos y bolivianos en los campos llenos de humo, sangre y dolor.

Hasta entonces, las tropas paraguayas se concentraron en recuperar los fortines tomados por los bolivianos en Alihuatá y Campo Vía. Capturaron más de 10 mil soldados y numerosos armamentos.
En 1933 se inició la gran ofensiva paraguaya y para setiembre de 1934, todo el ejército boliviano estaba compuesto por 50 mil hombres bien armados y Paraguay, por 25 mil hombres.
A pesar de la inferioridad contundente paraguaya, la ofensiva también fue rotunda.
Los héroes del Chaco impresionaron al mundo con las victorias en Cañada del Carmen, Ballivián, Yrendagüé y Picuiba.
Todos entendieron entonces la frase que afirma que un soldado paraguayo jamás rinde.

Fin de la Guerra

Era la última etapa de la guerra, ambos países se encontraban muy desgastados. Fue al fin cuando pensaron en la paz. La mesa negociadora se armó dispuesta a encontrar una salida inmediata al conflicto. Era hora de terminar con la tragedia, se alcanzó un acuerdo. Llegó el 12 de junio de 1935, y trajo consigo la añorada paz. El doctor Luis A. Riart por Paraguay y Tomás Elio por Bolivia, firmaron el Protocolo de Paz y cese de fuego. En 1938, el tratado de límites definió de forma absoluta el territorio. Hay quienes aseguran que "Paraguay ganó la guerra pero perdió territorio". Esta idea en verdad puede ser desechada, recordando que cada frontera fue trazada, aproximadamente, en las últimas líneas donde llegaron las tropas hasta la fecha del cese de fuego. Si bien es cierto que incluso Paraguay llegó a alcanzar el río Parapití, por falta de municiones y abastecimientos para el ejército, tuvo que retroceder. Hasta donde estaban las líneas el 14 de junio, allí quedaros.
Aproximadamente 31.000 compatriotas cayeron en el frente, y muchos quedaron allí. Ya no había estos o aquellos, paraguayos o bolivianos, eran todos iguales: eran los muertos. El Pueblo paraguayo merecía la victoria, y la tuvo con la agridulce sensación de saber que nadie gana en una guerra. Todos pierden.

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